LA LEY y EL DESOREDEN

La Ley y el Desorden

20 Abril, 2010 - 01:41
CREDITO:
Manuel Ajenjo

La guerra al narco ha causado 22,700 muertos en lo que va del sexenio, reconoce el gobierno. De esta cifra, dijo el Presidente, 90% de los asesinatos es resultado del enfrentamiento entre bandas rivales.

Asumiendo que la cifra y los porcentajes sean reales, hagamos cuentas. Si Pitágoras no era Procurador del Estado de México, lo comentado por Felipe Calderón indica que hay un saldo de 2,700 muertos que no eran narcotraficantes. De los cuales “un porcentaje que no llega a 5%”, digamos 4.5% (1,215 bajas), corresponde a soldados y policías “caídos en cumplimiento de su deber”. Luego, se infiere, el otro 5.5% (1,485personas fallecidas) corresponde a civiles. De esto se desprenden estos cuestionamientos:¿por qué, según el criterio presidencial, las bajas que no llegan a 5% son de “muchos soldados y muchos policías” y en cambio los muertos civiles cuya cantidad, por lógica es 1% más alta, “son los menos”? ¿Por qué pocos son muchos y más es menos? ¿Este columnista tendrá un problema de percepción con las matemáticas?

Unidad de Víctimas Especiales

En la ingenua guerra contra el crimen organizado, el narco pone los muertos, levantados, empozolados y descabezados; el Ejército y la policía aportan los caídos en cumplimiento de su deber; el gobierno federal las cifras y conjeturas, los pésames y disculpas; la inteligencia y la estrategia brillan por su ausencia, y la sociedad civil contribuye con las víctimas especiales.

Monterrey, noche del 19 de marzo: A las 10:30 de la noche, un profesor vio a Jorge Antonio Mercado y a Javier FranciscoArredondo, estudiantes de posgrado, preparando sus tesis en la biblioteca del Instituto Tecnológico –la nota periodística dice que los vio, pero tal vez sólo los percibió-; a las 00:38 del sábado 20, sus computadoras registraron que dejaron de trabajar. Dos minutos después, 00:40 horas, unos sicarios en fuga, perseguidospor soldados a los que habían baleado 3 kilómetros adelante, se internaron, supuestamente, en el Instituto Tecnológico –apesar de las altas colegiaturas que ahí cobran y sin previo examen de admisión-. A las 00:45 horas, Jorge Antonio y Javier Francisco ya habían salido de la biblioteca y se dirigían a descansar a su casa en el preciso momento en que se inicia una balacera, en las afueras del Instituto, entre perseguidores y perseguidos.

Absurdamente, Mercado y Arredondo se introdujeron al fuego cruzado que les causó la muerte. Para las autoridades, ambos muertos eran sicarios –“casualmente” no traían su credencial del Tec- abatidos por los valientes soldados, hasta que sus cadáveres fueron reconocidos por sus afligidos familiares. Entonces se cambió la versión: los estudiantes fueron alcanzados por las balas de los maleantes –quienes huyeron, ayudados por supuestos policías municipales, sin registrar ninguna baja-.

Consulté a los detectives de La Ley y el Desorden –programa que emite el canal del desagüe- y me dieron tres hipótesis, cada una más chafa que la otra, sobre el por qué Jorge Antonio y Javier Francisco se atravesaron entre las balas:

A) Estaban tan cansados que la balacera les valió.

B) Venían tan ensimismados en sus tesis que no se dieron cuenta de lo que ocurría.

C) Por un problema de percepción creyeron que los balazos eran fuegos artificiales con los que otro grupo celebraba su pase de exámenes.

Nuevo Laredo, madrugada del 3 de abril: Dos familias -cuatro adultos y siete niños- viajan a bordo de una camioneta Tahoe. Pasan por un retén militar, el chofer baja la velocidad, no recibe ninguna indicación de detenerse. De repente, según la versión de Cinthya Salazar, los soldados comenzaron a disparar indiscriminadamente contra el vehículo y sus ocupantes.

El resultado: los niños Martín y Bryan, hijos de Cinthya, de nueve y cinco años de edad, mueren baleados; su marido, Martín Almanza, y su cuñado, Carlos Alfredo Rangel, fueron heridos; este último al tratar de salvar a su bebé de tres meses.

El Secretario de Gobernación explicó que el doloroso saldo fue resultado de un fuego cruzado. “En ese momento los soldados repelían la agresión de sujetos armados”. Si esto fuera cierto, pregunto: ¿tan mala puntería tienen sicarios y militares que entre ellos no hubo ni siquiera un herido?

Las conjeturas de los agentes de La Ley y el Desorden consultados son las siguientes:

A) Las familias baleadas cometieron el error de viajar en una camioneta del tipo de las que son utilizadas por los delincuentes.

B) Los soldados sometidos durante tres años al estrés de la guerra ya ven narcos con tranchete.

C) Su percepción, entrenada para la suspicacia, les hizo suponer que los malandrines recurrieron a disfrazarse de mujeres y niños.

D) El padre del bebé, al bajarse delvehículo con éste en sus brazos, sin saberlo le salvo la vida. Al ver el bulto encobijado, la tropa pensó que era el guato de la merca que debía confiscar incólume.

Acapulco, mediodía del 14 de abril: Sicarios del Cártel de los Beltrán Leyva matan a dos personas en la costera, una patrulla de policías federales se les enfrenta a bala limpia. El resultado es sangriento: Dos niños, de ocho y 12 años, y su madre, un taxista y un policía federal muertos; dos turistas y tres lugareños heridos. La balacera duró 10 minutos, al término de la misma los federales realizaron un operativo que culminó con la detención de un sujeto presuntamente vinculado con El Güero Huetamo, operador de Edgar Valdés, La Barbie. Una hora después del tiroteo llegaron elementos de la Marina, cuya base está a 5 kilómetros del lugar de los hechos.

El periódico en que leí lo que comento no aclaraba si los marinos llegaron por mar o por tierra. Si lo hicieron por tierra, recorrer 5 kilómetros en una hora, nos indica que el congestionamiento vial provocado por la refriega fue de órdago. Si llegaron por mar, el retraso nos hace saber que se desplazaron en una lancha de remos.

Al pedirles a los investigadores de La Ley y el Desorden una interpretación del incidente, sólo me dijeron que por algo ellos prefieren vacacionar en Miami.
Fuegos, ¿cruzados?

De los tres eventos expuestos, sólo el último nos revela que fue un auténtico, aunque imprudente y precipitado, fuego cruzado.

El de Monterrey suscita dudas: es imposible que los estudiantes no tuvieran consigo su credencial sin la cual es imposible entrar a las instalaciones del Tecnológico. Pero aún suponiendo veraz la explicación de que fueron sorprendidos en pleno enfrentamiento entre truhanes y juanes. ¿De qué lado, piensa el lector, que llegaron las balas asesinas, del de los malosos que le tiran a los uniformados o del de éstos que le tiran a los que se mueve?

En el caso de las familias de Nuevo Laredo,el Ejército no tiene ni para donde hacerse. No sólo por la ausencia de heridos en ambos bandos de la aparente reyerta, sino también por la reiterada relación de hechos, acompañada de su protesta, que la señora Salazar ha declarado, sin contradicción ninguna, a los medios de comunicación.

Ahora una pregunta especulativa de mi parte: ¿no será que policías y soldados, cumpliendo con su deber, decomisan diversas drogas a las que, por curiosidad, les dan una probadita, razón por la que perciben la realidad de manera alterada?

¡Sargento! A sus órdenes mi Teniente. Los 15 kilos de marihuana incautados hay que quemarlos. Ya los estamos quemando –dice el Sargento aguantando el humo de algo que acaba de fumar- pero nos vamos a tardar un chingo.

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Manuel Ajenjo