MANUEL URUCHURTO el único Mexicano en el Titanic

Diputado mexicano en el Titanic, caballero hasta el final

El Diputado Federal Manuel Uruchurtu cedió su lugar a Elizabeth Ramell, quien logró salvarse del hundimiento; con su ejemplo se pueden rescatar principios y valores, afirma su sobrino Alejandro Gárate

Planeaba su regreso. Un buque francés que saldría del puerto de Le Havre, en París, lo llevaría a Veracruz; sin embargo, su amigo Guillermo Obregón le comentó que el día que tenía previsto irse, llegaba al muelle de Cherburgo el navío más grande del mundo: el Titanic. Obregón cambió el boleto de Manuel Uruchurtu y el 10 de abril de 1912 el diputado federal subió al barco... pero jamás llegó a su destino.

Uruchurtu se preparaba para volver a México tras su estancia en Europa, donde visitó a unos amigos políticos, exiliados por su simpatía porfirista, en busca de su ayuda para ser senador de Sonora.

Manuel Uruchurtu Ramírez

Nació: 12 de junio de 1872
en Hermosillo, Sonora
Falleció: 15 de abril de 1912 en altamar
Profesión: Abogado, por la Universidad Nacional. En 1912 fue nombrado diputado y en marzo viajó a Francia a ver a un amigo

El destino lo convirtió en el único mexicano a bordo del “insumergible”, y pasó a la historia como el caballero del Titanic.

La noche del 14 de abril el barco chocó contra un iceberg y el gigante de acero empezó a hundirse. Como diplomático y pasajero de primera clase Manuel Uruchurtu tenia prioridad para usar los botes. Subió al número 11, uno de los tres últimos en salir. Pasaba la una de la mañana y la barca estaba dispuesta, cuando Elizabeth Ramell, una dama inglesa quiso subir, pero un oficial no lo permitió.

Ante ese detalle, Uruchurtu se levantó y le cedió su asiento. Sólo alcanzó a decir: “si se salva vaya a México y platique a mi familia lo que sucedió”.

Así cuenta la historia de su tío abuelo Alejandro Gárate Uruchurtu, quien durante 30 años ha investigado la vida de Uruchurtu y cómo pereció en el naufragio más famoso de la historia, basado en testimonios de sobrevivientes.

Han pasado cien años de esa tragedia náutica en la que murieron mil 500 personas y, a decir de Alejandro Gárate, lo más destacado no es el acto de su tío, es el hecho y la importancia que tiene para que se puedan rescatar principios y valores que se han ido perdiendo con el paso de los años.

“No hay principios de respeto, ni de caballerosidad y ni de atención a una dama; es importante hacerlos notar, que los jóvenes sepan lo que es sacrificarse sin pedir nada a cambio”, comenta en entrevista con La Razón.

Elizabeth Ramell,
la mujer a la que dio
su lugar Uruchurtu.

En cuanto Elizabeth Ramell llegó a Estados Unidos contó al Senado la hazaña de Uruchurtu, y fue considerado héroe. Doce años después cumplió su promesa y vino a México en busca de la familia del mexicano para contarles lo que había sucedido.

Antes de partir Uruchurtu escribió dos misivas, una a su esposa Gertrudiz Caraza donde le contaba sus planes para el regreso a México.

“Mi Adorada viejecita: tengo todo listo para marchar a las 9 de la noche a Madrid... Pararé en el Hotel Ritz, para cuando ésta (carta) llegue a tus manos, según calculo, ya estaré de regreso, debo estar aquí el 9 de abril para salir el 10 en la mañana a Cherbourg donde me embarcaré en el Titanic”, decía.

La historia de la valentía de Uruchurtu se ha ratificado en testimonio de Edith Louise Rosenbaum, quien declaró que conoció a Manuel en el muelle de Cherburgo, Francia, donde ambos abordaron el trasatlántico. Ella se encontraba en el mismo bote salvavidas cuando ocurrió este hecho.

Tras una serie de integración de documentos el ayuntamiento de Hermosillo, ciudad de origen de Uruchurtu, dio el reconocimiento abierto, a petición de la Sociedad Sonorense de Historia, como héroe de la caballerosidad.

Manuel Uruchurtu, el gentlemen del Titanic, está registrado en la Enciclopedia Titánica como uno de los pasajeros de ese monumento a la modernidad que hizo su primer y único recorrido. Su cuerpo jamás se encontró, por lo que durante años su historia careció de validez, hasta que el gobierno de Estados Unidos revisó documentación de la tragedia y encontraron testimonios de sobrevivientes del bote salvavidas 11 que narraron el acto heroico del abogado sonorense.

Tiempo después se descubrió que Elizabeth Ramell-Nye había mentido a Uruchurtu, ya que ni era casada ni tenía hijo alguno. No obstante, la mujer cumplió su promesa y en 1924 viajó a Xalapa, Veracruz (EN OTRAS FUENTES DICEN QUE fué en Hermosillo, Sonora) a contar a la viuda de Uruchurtu la historia de su esposo.

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