DEUDORES ANONIMOS

Cristina Pérez- Stadelmann / El Universal / 21 Enero 2012

Deudores Anónimos (DeA) es un programa sin precedentes en México para la salud mental financiera.

“Cruda emocional”. 35% de la población en México experimenta cierto grado de depresión, indica el doctor José de Jesús González Núñez.

México, D.F..- Fundada en el año 2008, es una comunidad formada por hombres y mujeres que comparten su experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del endeudamiento compulsivo.

El único requisito para ser miembro de Deudores Anónimos (DeA) es el deseo de dejar de incurrir en deudas sin garantía, que son aquellas que no tienen sustento de pago: ya sea una quincena, una mesada o ingreso fijo; además de la falta de voluntad de pagar.

No endeudarnos sólo por hoy

“Nuestro objetivo primordial es no endeudarnos sólo por hoy, y ayudar a otros deudores compulsivos a no incurrir en nuevas deudas sin garantías”, comenta Alejandro AM, fundador de Casa del Tío, Deudores Anónimos; un institución que no tiene precedentes en México. Sólo existen otros dos grupos en Estados Unidos (Debtors Anonymous), y Deudores Anónimos de Argentina.

A lo largo de este tiempo el director del proyecto en México argumenta que han ayudado a un total de aproximadamente 500 personas, una cifra que va en aumento; pues a su decir, “el mexicano ha incrementado el mal uso del dinero de plástico, (tarjetas de crédito).

“En el mexicano predomina lo que el grupo ha llamado ‘el pensamiento mágico’, a través del cual la tarjeta de crédito se ve como una vara mágica que hace que aparezcan las cosas que uno quiere.

“Prevalece una falta de conciencia de que los bienes y servicios adquiridos se deben pagar, lo cual ha incrementado la cartera vencida. Para una institución de crédito (banco) o para una organización auxiliar de crédito (arrendadora financiera, empresa de factoraje financiero), la cartera vencida es la porción del total de sus clientes (deudores) que reporta atraso en el cumplimiento de sus obligaciones de pago. Dicho de otra manera, la cartera vencida la componen los clientes que por alguna razón no pagan.

Esta organización civil, que se reúne los domingos a las 16 horas, define las deudas como la manifestación de síntomas y signos de una enfermedad mental emocional y adictiva conocida como endeudamiento compulsivo.

La de enero, cuesta que lleva a la depresión

En México, la cuesta de enero no sólo tiene relación con la situación económica de la población en general, sino que cada día aumentan los casos de depresión entre la población. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la depresión es un trastorno mental común en el que se presenta pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o baja autoestima, trastornos del sueño, baja energía y falta de concentración.

Según estudios del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social A.C, IIPCS, el fenómeno del incremento de la depresión en enero, atañe principalmente a personas que experimentan una “cruda emocional”, producto de los excesos vividos durante las fiestas decembrinas, sumado a la sensación de un largo fracaso de toda índole que los lleva a un vacío permanente.

“Las personas pueden determinar qué tan agudos son los síntomas si carecen de metas o esperanzas, y si la tristeza es un común denominador en sus vidas. En ese caso expertos recomiendan tomar terapia psicológica con profesionales en salud mental.

“Son personas que se excedieron durante esta época decembrina, y el consumo permanente representa un hecho compensatorio que se traduce, por citar un ejemplo, en la adquisición compulsiva de cosas materiales con la finalidad de evadir carencias emocionales,” comenta el doctor José de Jesús González Núñez en entrevista con EL UNIVERSAL.

“Los proyectos no cumplidos, las relaciones que se fracturan, las expectativas que se rompen, se hacen aún más presentes hacia el final del año, en la que se acaba un ciclo, y el ser humano hace un balance de lo vivido”, afirma.

Estudios del director de IIPCS, y catedrático de tiempo completo de la Facultad de Sicología de la UNAM, indican que cerca de 35% de la población en México está experimentando —en este primer mes del año— cierto grado de depresión.

Ésta se presenta tanto en hombres como en mujeres de todos los estratos económicos, y va en incremento, por lo que ya se considera como un problema grave de salud pública en México. Estadísticas mundiales referidas por OMS estiman que cada año 850 mil personas mueren por autolesiones.

“La depresión está relacionada con un evento real, donde por ejemplo a lo largo del año hubo una pérdida, un divorcio o una decepción amorosa, e incluso un despido laboral”, dice.

De esta manera, el escenario de consumo de alimentos, objetos, sexo, entre otros, puede convertirse en una compensación a las carencias.

Se trata de lo que el doctor González llama “el consumo eufórico compulsivo de diciembre, la nube rosa de fin de año”, que hace crisis en enero cuando surgen las deudas por los gastos y comienzan a llegar los sobres con cobros, o surge el sobrepeso en el caso de los excesos en la alimentación.

Miguel lo describe como un infierno

El reto entre los amigos del centro nocturno al que acudía cuando menos tres veces por semana era ver quién se atrevía a encender un cigarro con un billete de mil pesos, o mejor aún, si éste era de 100 dólares. Miguel llegó a quemar más de una centena de billetes de distinta denominación, “entre más alta mejor”.

Luego, el efectivo que no se quemaba lo utilizaba para ganarse amigos, a los que también solía regalarles entre 2 mil y 10 mil pesos por noche como muestra de su amistad.

El a su vez, fue uno de los siete hijos de una familia de altos recursos que nunca le negó nada. “A los 13 años tuve mi primer coche. Las mejores escuelas. El mejor club. Viajes. Pero mis padres nunca nos inculcaron el hábito del ahorro. Todo lo obtuve de manera muy fácil y sin ningún esfuerzo”, admite.

Así creció Miguel hasta casarse con una persona que según refiere provenía de una familla de altos recursos: “Todo marchaba sobre ruedas, siempre y cuando le diera el nivel económico que habíamos acordado, hasta que me quedé sin empleo (él es abogado).

“Comencé a manejar las tarjetas de crédito de modo en que pudiera sacar dinero de una para pagar la otra, y llegué al extremo de cometer fraudes para salir de las deudas”, recuerda.

“Yo continuaba gastando y pidiendo dinero prestado, quizá como una manera de que alguno de los agiotistas acabara con mi vida me diera el tiro de gracia, pues yo no me atrevía a suicidarme, aunque en varias ocasiones lo pensé.

“Conocí el infierno, un lugar repleto de gente e instituciones que me despreciaban, ninguneaban, juzgaban, y por supuesto cobraban, además de las acusaciones de la familia”, agrega.

Lo que siguió fue la demanda de divorcio, la recriminación de sus hijos, el nulo apoyo de las familias paterna y materna; hasta que una noche la menor de sus hijas lo encontró tirado en el piso, sin poderse mover, refiere.

Pilar, de 13 años, lo acompañó al Instituto Nacional de Neurología, y fue quien lo asistió a lo largo del año que estuvo internado como consecuencia de una crisis nerviosa, y una profunda depresión por el divorcio.

Miguel explica su padecimiento como “un no poderse mover más, por estrés, por crisis nerviosa, por presiones de todo tipo, por tristeza. La bomba estalló”, agrega. Ya en el hospital bajó 50 kilos. Sin apetito. Miguel no comía. Hasta que logró recuperarse, aunque aún no del todo, según asegura.

“Lo que hice fue enfrentar a cada una de las personas a las que les debía; les expliqué mis problemas con el manejo del dinero. Llegué a acuerdos para pagarles. Dí la cara. Les pedí trabajo para así pagarles mis deudas”, explica.

Hoy, es un hombre de 50 años, que no puede caminar por sí mismo, requiere de bastones y de la ayuda de los demás para desplazarse, vive solo en un cuarto de huéspedes, y acude todos los días al grupo de Deudores Anónimos.

Sus hijos terminaron sus estudios en escuelas públicas. Miguel se divorció y hoy ya no tiene deudas.

Vivir al borde del suicidio

Miguel estuvo al borde del suicidio. Se sintió acorralado.
“Suicídate y se acaban todas tus deudas”, era un pensamiento recurrente en él. Pensó en colgarse de la regadera, en cortarse las venas. “Una día después de consumir mucho alcohol entré a un table-dance, perdí más de 20 mil pesos, y aún quedé a deber dinero a los meseros, a pesar de que les entregué mi reloj de oro, y joyas que llevaba puestas”, recuerda.

Al salir del antro —eran las cinco de la mañana—, Miguel tuvo un accidente muy grave en el que casi pierde la vida, y dejó lesionada a una persona que a esa hora se dirigía al trabajo.

Desembolsó otros 40 mil pesos para pagar los gastos del accidente en el lugar, los cuales aún debe a una hermana que no le cobra intereses y a otra persona que sí se los cobra.

Entró a Deudores Anónimos. Si puede, asiste diario al grupo. Actualmente es un hombre que se ha propuesto vivir sólo por hoy, sin adquirir nuevas deudas impagables como lo hizo en el pasado.


Decálogo del deudor

1 Me volví deudor. Por no tener clara mi situación financiera.

2 Me volví deudor. Por un profundo sentimiento de esperanza de que alguien se encargue de mis asuntos y mis deudas.

3 Me volví deudor. Por tener un pobre hábito del ahorro.

4 Me volví deudor. Por vivir un caos y drama alrededor del dinero.

5 Me volví deudor. Por la tendencia de vivir en el filo.

6 Me volví deudor. Por tener un sentido o anhelo de distinción.

7 Me volví deudor. Por dificultades en el cumplimiento.

8 Me volví deudor. Por compras compulsivas.

9 Me volví deudor. Por el abandono hacia mi persona y valores.

10 Me volví deudor. Por sentirme molesto e inhibido ante las pláticas sobre dinero.